NOSOTRAS
Somos tan iguales que algunas veces no sabemos, quién
tuvo la idea de tal o cual cosa. En el teléfono es imposible, siempre nos
confunden. Cuando atiendo yo, preguntan
por mí, si es ella la que contesta, preguntan por ella, pensando que soy yo la
que atendió la llamada.
Si alguien hace de nosotras una descripción no
encuentra grandes parecidos, pero los gestos son los mismos, la risa, el andar.
Ella es mucho más bonita, delicada y de una inteligencia sutil. Yo tengo una
mezcla que me hace más tosca, y la inteligencia brota a fuerza de
perseverancia.
Los gustos son los mismos en todo, hasta en los
hombres. Cuando veo un chico, enseguida sé si a ella le va a gustar, y casi nunca
me equivoco.
Ella es una parte de mí, que se desprende y nace a
sí misma.
Yo soy un parámetro para ella, me observa en todo, es
la forma de dimensionar sus actos, que muchas veces son contrarios a los míos.
La semejanza es extraña, radica sobre todo en las
diferencias. Como en las piezas de un rompecabezas, la protuberancia en una es
depresión en la otra. Sin embargo, separadas cuesta distinguirlas.
La tormenta se desata cuando más se ajusta el
parecido. Somos dos volcanes en erupción, sacamos chispas, escupimos lava. El
resto escapa, nadie se mete, huyen a refugiarse. Más tarde, la calma nos
encuentra en la cocina, amasando pizzas y batiendo budines, que cuando los prueban, no saben si los batió
ella o las amasé yo.
Soledad herrera
(octubre de
2009)
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