Abismos
Todo cae sobre mí cómo un
abismo,
por un hueco perforado de
la mente
todo se fuga, hasta yo me
voy corriendo.
Huyo despavorida de la
mediocridad, de la mía.
Me espanta mi propia
ineptitud y la falsa impotencia.
¿Cómo es que no puedo
hacer nada? Mentira.
La necesidad aprieta las
gargantas y respiro poquito.
La injusticia se desata
furiosa sobre todos y cierro los ojos.
Llaman a mi puerta y
camino cada baldosa pensando, ¿qué me sobra?
El mate ya no es suave y
amargo
es agrio en la lengua
cuando escribo.
Se me llena la panza de
líquidos rancios
de tanto reclamar mi honestidad
y valor.
Se que tengo que morir
para crecer.
Los cambios paulatinos no
existen, no sirven.
El cambio es violento,
preciso e instantáneo.
Lo paulatino es lo que
vemos de ese cambio,
lo que hacemos con él, lo
que pensamos.
Corro y sigo corriendo
hasta alcanzar mi espanto,
me detengo y desde lejos
veo mi mente fracturada
y el derrame neuronal de
los pensamientos.
Vuelvo de a poco hasta
llegar muy cerca
y al mirar encuentro sólo
despojos de lo que era:
un cuerpo cavernoso y
oscuro que soy yo,
no es otro.
Todo cae sobre mí como un
abismo.
Pero todo me perdona y me
aleja.
Y en abrupto silencio
vuelven los pensamientos,
la vergüenza, el miedo, el
valor, la esperanza.
Todo regresa a mí todo
puede,
incluso yo estoy de
vuelta.
Me instalo en los huesos
conocidos y canto.
Canto para escuchar mi
voz, para decir algo.
Algo que recuerdo y voy
encontrando
palabras perdidas que voy
recordando.
Pero el olvido seduce a
la intención
que preñada de espanto
muere
intentando dar a luz, intentando
decir algo.
Todo regresa a mí, todo
puede,
todo otra vez, hasta el
abismo.
Soledad Herrera
2013